– Son cosas de Europa y no hay vuelta atrás – decía Miguel mientras apuraba una copa de orujo.
– Esto no es Europa. A mí quien me examinó las vacas fue el veterinario de la Junta. Un grandísimo hijo de puta… ¿qué le molestarían las mis vacas, si estaban sanas como castañas? – dijo Anselmo.
– Pero si te lo cubre la subvención… – decía Tomás.
– La ‘subención’ que se la metan por el culo. Yo lo que quiero es que no me quiten las vacas. A mi lo que me jode -razonaba Anselmo-, es que te dicen que esas vacas están tuberculosas pero van al matadero y después la carne es para consumo de la gente. Alguien se debe estar lucrando con eso.
– Eso sí que no hay quien lo entienda. Si sale mala, sale mala. Que la lleven al crematorio… – asentía Jacinto
– Ansiosos…
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